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Underwood No. 3: Funny Games

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    237
  • 23 feb 2018
  • 1 Min. de lectura

Sobre la película Funny Games (1997) dirigida por Michael Haneke


La tensa tranquilidad tersa. La sala. Un retrato horizontal. Cuatro piezas enmarcan el tablero: dos sillones triples, uno doble y otro individual. En una esquina el televisor encendido, una carrera de autos. La familia reunida....un juego.


Las indómitas manos blanden el cuchillo y distribuyen geométricamente la mostaza sobre el pan. Otras manos, trémulas y percudidas derraman indisciplinadamente sobre la alfombra cuatro, ocho, doce huevos.


La violenta calma violácea, un retrato familiar. El padre, una pierna entablillada. La madre, desnuda, ensimismada. El hijo; una pesadilla. El atardecer, otro juego.


El lenguaje toma forma de crimen en silencio. Uno y dos, y otro y otro más, una vida de juegos, un sorteo de vida. El juego cimienta diversión y crimen. La diversión erige juegos y crímenes. El crimen configura juegos y diversión. Juegos de palabras: diminutas prisiones que engarzan miedos, voluntades y lágrimas. Escasos hoyuelos que dinamitan los rostros infantiles. Una escopeta rasga el tiempo, la paz. Los asesinos han jugado cartas toda la noche sobre los cuerpos que aún se creen vivos. Los asesinos han destruido a sus víctimas antes de que ellas se dieran cuenta. Las han acuchillado, desollado e incinerado con un sencillo –Buenos Días-.

El juego no concluye hasta que otro emerge. Los ricos han creado sus propios criminales, sus ejecutores, sus armas, sus propios ricos que han inventado a sus propios criminales.


Un proyector de cine muestra el crimen, han matado a una familia, han quedado vivos y libres los culpables. ¿Juego?


Por Ricardo Ángeles Dueñas





 
 
 

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